Os contaré una historia, escuchad atentamente, trata del Pelusa, un chaval que era corriente. Pensó ser diferente por tener un privilegio: levantarse sonriente para estudiar en el colegio. El Pelusa era tranquilo, estudiaba en su sillón la lección de todos los días, le llamaban empollón. Él nunca tuvo amigos, por eso jugaba solo. En el patio era Manolo el que le daba el empujón. Tampoco tuvo culpa de que nadie le pegase, en cambio recibía siempre que salía de clase, preguntándose "¿Qué pasa? ¿por qué soy un marginado? ¿Porqué siempre vuelvo a casa con los dos ojos morados? ¿Por qué a nadie tengo al lago y porque todos de mi abusan? Si yo no he hecho nada, ¿porqué todo el mundo me acusa? ¿porqué tienen que venir sin tener ninguna escusa ni motivos suficientes para pegar al Pelusa?"
Día a día fue creciendo con una infancia violenta, sus padres pasaron de él y ellos nunca se dieron cuenta de todo lo que pasa, no tuvieron duda alguna, podre niño desgraciado que nunca encontró fortuna.
Pelusa quiso cambiar y abandonar la vida dura, tanto daño recibido le llevó hacia la locura, los golpes de su cara delataban su amargura y los golpes del corazón la carencia de ternura. Cansado de su vida y de no encontrar amor, así comenzó a robar para sentirse superior, se volvió violento y no quiso darse cuenta de que una persona violenta se alimenta del dolor. Así dejó los estudios y se pasó a la vida loca, a los trece uno crece y le tira al botellón, un poquito más tarde vino el porrito y la coca, no veas como se coloca el tonto del empollón.
Un día como todos se abrió un silencio absoluto, los padres de un adolescente vistieron de luto, se presentó el Pelusa con navaja en un minuto y mató a Manolo, su enemigo de instituto. No tuvo resentimiento estaba fuera de razón, fueron cuatro navajazos que dieron al corazón. Manolo falleció de la cuarta puñalada, las cartas del pasado fueron su mala pasada. Manolo murió joven y al poco de fallecer Pelusa fue a la cárcel acusado por homicidio, él estaba arrepentido, pero ¿qué podía hacer? La droga le hizo caer y acabó por el suicidio. Y así sucedió, no hubo sangre ni pistola, Pelusa murió mientras cumplía condena, no creció feliz, su alma siempre estuvo sola y por ser un infeliz Pelusa murió de pena...
Era un niño como todos tuvo que crecer deprisa, poco a poco le quitaron de su cara la sonrisa, era un niño como todos creció con el sufrimiento de bertir sangre por fuera y derramar dolor por dentro.
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