De vez en cuando es inevitable echar la vista atrás y ver lo que fuiste, lo que dijiste, lo que le dijiste. Pensar en los "no podría vivir sin ti" y sonreír avergonzada, porque obviamente, sí que pudiste. Y sigues leyendo, porque resulta divertido, porque resulta increíble el cambio tan drástico que puede experimentar tu mente en tan sólo unos años. Y lees eso de "nadie me va a querer como tú" o "no voy a conseguir querer a nadie más" y te ríes, te ríes de ti misma por la de tonterías que eras capaz de soltar en tan reducido espacio. Y lees sus "te quiero" y lees los tuyos, y acabas pensando qué fue realmente lo que falló y después de varios años consigues ver que falló todo, que ese no era el momento ni esa era la persona, que probablemente perdiste el tiempo a lo tonto, pero sin embargo, a lo tonto lo recuperaste. Y piensas en ella, porque llegados a este punto es imposible no hacerlo, y te preguntas si ella también, de vez en cuando, echa la vista al pasado o por el contrario, también consiguió darse cuenta de que no eras la persona, ni ese era el momento. Y después de todo, de todo ese recorrido, acabas concluyendo que sí, que la vida pasa, que las cosas cambian y que quizá lo único definitivo en la vida sea eso.
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